El océano Atlántico es el motor de la circulación oceánica global.

Destaca por su singular capacidad de conectar las frías aguas de los polos y las cálidas de las regiones ecuatoriales. Además, recibe las aguas dulces de algunos de los ríos más grandes del mundo como el San Lorenzo, el Orinoco, el Amazonas o el Zaire, lo que contribuye a una marcada variación en la salinidad.

Las corrientes oceánicas, como la del Golfo, son las encargadas de redistribuir el calor y los nutrientes a lo largo del hemisferio norte, llevando aguas cálidas hacia el norte y aguas frías hacia el sur. Esta compleja red de corrientes influye en el clima pero, también, crea hábitats únicos que son fundamentales para la vida marina en la región atlántica.

La biodiversidad es extraordinaria. En esta zona veremos medusas, peces pelágicos o, incluso, corales.

A medida que nos adentremos en aguas más profundas, la luz solar se desvanece. El ecosistema está, entonces, dominado por depredadores.