Las tortugas bobas son una de las 7 especies de tortugas marinas existentes. Habitan mares y océanos templados y cálidos.

Pueden llegar a medir más de 100 cm y pesar más de 100 Kg en su etapa adulta. Su caparazón es la parte más oscura de su cuerpo, normalmente de color pardo a rojizo, su plastrón (parte de abajo) es de color amarillo claro y el resto de su cuerpo tiene un tono marrón claro.

Las tortugas bobas son grandes migradoras y suelen seguir las corrientes marinas, en ocasiones se desplazan miles de kilómetros para llegar a zonas de alimentación y reproducción.

Las hembras, que desovan en sus playas de origen, pueden hacer varias puestas con intervalos de un par de semanas, llegando a poner unos 100 o 120 huevos cada vez.

Una vez que salen a la playa, excavan el nido ayudadas por su pico y aletas y depositan entre 100 y 120 huevos que entierran cerca de la línea de costa. Cada ciclo reproductivo se repite cada 2 o 3 años.

Tras, aproximadamente, 2 meses, las pequeñas tortugas (de unos 5 cm) salen del huevo y se dirigen al mar. Su crecimiento es muy lento y durante sus primeras etapas de vida sufren mucha depredación.

Las tortugas son capaces de aguantar la respiración durante largos periodos de tiempo, especialmente en periodos de descanso.

Son especies de gran importancia ecológica. Actúan por ejemplo como control en las poblaciones de medusas.

Desgraciadamente, la tortuga boba, es una especie muy amenazada debido a la destrucción de sus hábitats, el cambio climático, el consumo de su carne que es legal en algunos países, la pesca accidental y, especialmente, la contaminación marina.

Muchas tortugas ingieren accidentalmente plásticos de un solo uso o se enmallan el ellos y en artes de pesca abandonadas. Además, el sexo de las tortugas depende de la temperatura de la arena que cubre el nido, naciendo hembras por encima de los 29ºC. Esto hace que el cambio climático vaya a incidir directamente en la ratio machos/hembras, reduciendo las posibilidades de éxito reproductivo.